TERAPIA INFANTO-JUVENIL
Bienestar emocional infantil y juvenil a través del lenguaje del juego
TERAPIA INFANTO-JUVENIL
¿Qué es la Terapia de Juego?
La terapia de juego es una forma de acompañar emocionalmente a niños y niñas a través del juego, que es su manera natural de expresarse, entender el mundo y comunicarse.
Así como los adultos usamos palabras para hablar de lo que sentimos, los niños juegan para mostrar lo que les pasa por dentro. A veces no saben explicar con palabras si están tristes, confundidos, con miedo o con enojo… pero lo expresan jugando.
En la terapia de juego, una terapeuta especializada les ofrece un espacio seguro, con juguetes, cuentos, dibujos y materiales que les permiten explorar sus emociones, resolver conflictos internos, desarrollar recursos personales y sentirse comprendidos.
La terapeuta observa, acompaña y ayuda al niño a poner en palabras lo que va emergiendo en el juego. También trabaja en equipo con la familia, guiando y ofreciendo herramientas para acompañar el proceso en casa.
¿Qué se hace en una sesión?
Las sesiones duran entre 40 y 50 min. Se adaptan a la etapa evolutiva de cada niño, niña o adolescente. En las edades más tempranas, el juego sigue siendo el principal medio de expresión y trabajo. A medida que avanzamos hacia la adolescencia, se incorpora el diálogo, técnicas artísticas, dinámicas corporales y otras herramientas que faciliten la expresión emocional y el autoconocimiento.
El objetivo es que, a través de un lenguaje que entienden y sienten propio, puedan explorar sus emociones, superar bloqueos y adquirir recursos para afrontar sus retos personales.
La terapia no es “solo jugar por jugar”. El terapeuta observa, acompaña y ayuda al niño a poner en palabras lo que va emergiendo en el juego. También trabaja en equipo con la familia, guiando y ofreciendo herramientas para acompañar el proceso en casa.
¿Cómo se estructuran las sesiones?
La terapia comienza con una evaluación inicial que implica entrevistas con los padres o tutores legales. La siguiente sesión, será una sesión familiar y posteriormente sesiones individuales o familiares según la necesidad.
En adolescentes, se facilita un espacio más individualizado donde puedan expresarse libremente, respetando siempre la comunicación fluida con la familia y su acompañamiento en el proceso.
Tras la evaluación, se diseña un plan terapéutico personalizado combinando técnicas de juego, terapia familiar, abordaje emocional, dinámicas creativas y acompañamiento individual.
¿Cuándo acudir a terapia con nuestros hijos e hijas?
Es importante pedir ayuda cuando observamos cambios significativos en el comportamiento o el estado emocional de nuestros hijos e hijas, o cuando ellos mismos expresan su malestar.
La intervención temprana favorece el bienestar presente y futuro, ayudándoles a construir una autoestima sólida y habilidades emocionales sanas.
Algunos motivos de consulta habituales son: conflictos familiares, dificultades escolares, ansiedad, tristeza, aislamiento, problemas de autoestima, dificultades en las relaciones sociales, situaciones de cambio o duelo, acoso escolar, separación de los padres, entre otros.
¿Por qué es importante que la terapeuta esté especializada ?
Una terapeuta con formación en esta área:
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Conoce las etapas del desarrollo infantil (cognitivo, emocional y social). Puede diferenciar entre conductas propias de una etapa del desarrollo y signos de alerta.
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Sabe cómo adaptar las intervenciones según la edad y nivel de desarrollo del niño.
- Una terapeuta especializada en terapia de juego comprende cómo interpretar y facilitar la expresión emocional a través del juego, que es la forma natural de comunicación de los niños.
PROBLEMAS FRECUENTES:
Cambios de humor frecuentes.
Conductas de aislamiento.
Bajo rendimiento escolar.
Ansiedad o tristeza persistente.
Dificultades en la comunicación familiar.
Rabietas intensas o desproporcionadas.
Pérdida de interés por actividades que antes disfrutaba.
Baja autoestima o inseguridad.
CAJÓN DE HERRAMIENTAS:
Fomentar la expresión emocional saludable.
Mejorar la autoestima y la autoconfianza.
Desarrollar habilidades sociales y de comunicación.
Fortalecer los vínculos familiares.
Enseñar técnicas de manejo de la ansiedad y el estrés.
Promover la resolución de conflictos.
Potenciar la resiliencia ante los cambios y retos de la vida.